jueves, 19 de diciembre de 2013

Comiendo con... el Embajador de Perú en Honduras, "Willy" Gonzales Arica.

El pasado lunes 16, el Lempira que come fue invitado por el Embajador Guillermo Gonzáles Arica a probar un menú degustación en la residencia de la Embajada de Perú creado por el chef Isaac Arbañil Yumpo, quien se encuentra en Honduras haciendo labores de formación a cocineros y chefs hondureños.

Por lo impresionante del menú y la agradable experiencia, decidimos inaugurar sección en nuestro blog: "Comiendo con...." En esta sección incluiremos reportajes sobre las experiencias vividas por el Lempira que come y sus acompañantes de mesa. En este caso, un reputado personaje público de Perú.

Ahí vamos...

La llegada a la Residencia oficial del Perú en Honduras fue un tanto accidentada. Las clásicas calles en mal estado de Tegucigalpa casi nos juegan una mala pasada, como diariamente se la juegan a los sufridos capitalinos. Finalmente llegamos puntuales. A las 12:24. El recibimiento del Embajador fue cálido y confortable. Enseguida nos hizo sentir como en casa... pasamos al salón principal y disfrutamos de una hermosa vista a la ciudad (¡parece tan tranquila desde la altura!) acompañada por un delicioso "Pisco Sour".

El Pisco es una bebida alcohólica elaborada a base de uva, mediante proceso de destilación. Normalmente no tiene una crianza prolongada en madera, por lo que su sabor es más primario y limpio al paladar. El Pisco peruano se clasifica atendiendo a variedades de uva con las que ha sido producido. En esencia se distingue entre piscos elaborados con uvas consideradas no aromáticas, como la Quebranta, Mollar o Uvina, que como resultado da unos piscos más secos; y piscos elaborados con uvas consideradas aromáticas, como la Italia, Albilla, Torontel y Moscatel. Esta última, es la uva más utilizada en Chile para elaborar pisco, si bien también se utiliza Torontel y Pedro Ximenez (sobre la Pedro Ximenez ya hablaremos en el Lempira que come, pues tiene cierta debilidad por ella). Además de los piscos no aromáticos y aromáticos, en Perú también se elabora pisco mezclando las variedades aromáticas y no aromáticas (se llama Acholado) y piscos que se hacen con el mosto de la uva sin terminar la fermentación (piscos verdes o de mosto verde). En Chile, el pisco se clasifica teniendo en cuenta la graduación alcohólica: tradicional (30º), especial (35º), reservado (40º) y gran pisco (43º).

Dejando de lado la controversia sobre el origen del Pisco existente entre Chile y Perú, que sea dicho de paso, ha generado y genera grandes batallas diplomáticas (les recuerdo que estamos comiendo con el Embajador de Perú) que han dado como resultado la prohibición de la importación de pisco etiquetado como tal entre ambos países, lo cierto es que el pisco que nosotros hemos probado en Chile y Perú nos parece delicioso... y como nosotros no creemos en las fronteras cuando hablamos de disfrute gastronómico, esperamos que se arreglen pronto.

El pisco sour que nos tomamos como aperitivo del menú degustación estaba, francamente, muy bien hecho. El pisco sour es un cócktail preparado a base de pisco, jugo de lima y clara de huevo, coronado por una gota de angostura. En los últimos tiempos se han desarrollado múltiples sabores de pisco: de maracuyá, de mango, etc. El Lempira que come prefiere el clásico: 3 medidas de pisco, por una de jugo de limón, una de sirope de goma y la clara de un huevo.

Tras el primer pisco sour; otro más. Es inevitable.

Ya en la mesa, el Embajador nos deleitó durante la hora y media de ágape, con su interesante historia de vida. Sus comienzos como estudiante de derecho, su migración temporal a Miami, la suerte como acompañante en su vida, la perseverancia, el trabajo bien hecho, los encuentros y desencuentros e incluso el amor y el desamor. Una historia cargada de anécdotas que dan cuenta de una intensa vivencia. Recordamos, por ejemplo, la historia que nos relató cuando a los 19 añitos, enfermó en Miami (sin cobertura médica alguna) y fue recogido en un Corvette descapotable blanco por una prima que ni siquiera sabía que tenía, y, acto seguido, fue contratado por el esposo de dicha prima como ayudante de un reputado bufete de abogados de Florida: de la casi muerte, al contrato de su vida. La suerte de "tarrino", como él mismo dice.

Entrando en materia, el menú en cuestión constaba de 5 pasos. 4 salados y uno dulce. Isaac nos presentaba cada una de las elaboraciones acompañada de pisco para el maridaje. El primero de los platos fue un Tiradito. Los Tiraditos son la adaptación de los Sashimi japoneses a la cultura peruana. En Japón se suele maridar el pescado en soja y acompañar con Wasabi. En perú, el pescado se marida con sal y jugo de lima. Los Tiraditos se realizan cortando en tiras más finas el pescado y acompañándolo con diferentes salsas: de rocoto (un chile rojo picante), ají amarillo (el clásico ají peruano) y otras elaboraciones como de soja, o más innovadoras, de maracuyá, perejil, culantro, etc.

El Tiradito de Isaac constaba de 5 elaboraciones... las clásicas, de rocoto y ají amarillo, nos deleitaron: equilibrio total entre picante y ácido. Para acompañar el plato, un pisco sour de maracuyá. Maridaba a la perfección con el Tiradito al Maracuyá... como era previsible.



Como segundo plato llegó un Ceviche clásico. Pescado blanco marinado en jugo de lima, con cebolla roja, chile y culantro, acompañado con papa criolla, maiz seco y tostado (chulpe) y maíz tierno. Lo que más disfrutamos del ceviche es su frescura que se consigue a base de lima, culantro fresco y cebolla morada cortada muy fina. Lo más complicado de conseguir en un ceviche es que la lima no domine y mate el sabor delicado del pescado. El equilibro es fundamental. Los maicitos tostados aportan textura crujiente al plato, y la papa, textura cremosa. Este ceviche estaba muy bueno... aunque el pescado no destacaba mucho.



Tras el ceviche Isaac se desmelenó y nos presentó una elaboración hecha a base de habas verdes cocidas tradicionalmente y presentadas en textura de puré, que hacían de cama para una deliciosa cola de langosta con ají amarillo, albahaca fresca y orégano. Una elaboración arriesgada al combinar albahaca con orégano y mezclar el sabor penetrante de la langosta con toques ahumados de la cocción de las habas. El plato se mostró entero en todo momento. Potente, penetrante. Los aromas y sabores se fusionaban bien en la boca. Muy acertado, probablemente el mejor plato del menú.



A continuación nos sirvieron el plato de carne. Un lomo saltado sobre cama de arroz con habas. Correcta elaboración que mezclaba un platillo tradicional como es el arroz con habas y la contundencia del lomo. Para acompañar este plato del menú de la Embajada peruana, un Carmenere chileno, de la bodega Maipo: ¿ven como no existen las fronteras en la gastronomía? ¡viva Latinoamérica unida!

Para finalizar, un postre elaborado a base de Lúcuma. Una fruta tradicional peruana, parecida al zapote, pero de sabor completamente diferente. Se trataba de una especie de sorbete-cremoso de lúcuma, coronado con espuma de pisco sour y un poco de cafe liofilizado, para emular un capuccino. Buena presentación, buen sabor, aunque quizás podría mejorarse un poco la textura de la lúcuma (¿haciéndola más etérea mediante sifón?) y lograr destacar más el toque de pisco sour, que no se encontraba más allá de la vista.




En resumen: un menú muy interesante y de gran calidad, una muy agradable comida en buena compañía y una genial introducción a lo que nos espera dentro de bien poco en Perú... porque el Lempira que come viaja en breve... ¡a Perú!


Disfruten las fiestas... y ¡coman mucho y bien!

PD: un cariñoso gracias a Germán por ser como es.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cómo catar un vino, para disfrutarlo más.

En el mundo actual, mucho se discute sobre las bondades que determinado crítico encuentra en un vino, y mucho se habla de las puntuaciones que dicho crítico otorga a uno u otro vino. En el mundo actual parecieran imprescindibles los expertos, los que guían a las ovejas, los que definen qué es lo bueno y qué lo mejor. Los que determinan con su sapiencia qué está bien y qué podría estar mucho mejor... los que dan cuenta, sermón y bendición. Los que deciden... 








Sin embargo, el Lempira que come cree que todos tenemos boca con que saborear, todos tenemos nariz con que olfatear y todos tenemos ojos con los que mirar (salvo, claro está, los que nacieron sin gusto, sin olfato o sin vista). En consecuencia: todos tenemos la posibilidad de opinar, con juicio, sobre las bondades o no de un determinado vino. Y, de igual modo, todos podemos, si aprendemos lo necesario, catar y disfrutar lo catado de acuerdo a nuestra propia escala de medida. Todos podemos, con un poco de paciencia para alcanzar cierta pericia,  aprender a catar, describir las características principales del vino e incluso otorgarle una puntuación concreta en función de lo que nos haya transmitido el vino en cuestión.

Por eso en el post de hoy, el Lempira que come quiere mostrar a sus lectores cómo se cata un vino.

En primer lugar debe entenderse que la cata del vino tiene por finalidad describir las principales características de éste y emitir una valoración. Valoración que puede ser cuantitativa (una puntuación) de acuerdo a una escala del "0 al 10", o de "50 a 100" o de "0 a 20", o incluso por estrellas (de 1 a 5); y cualitativa (bueno, malo, regular), junto con una descripción de los principales rasgos organolépticos del vino.

Para emitir la valoración de un vino, la cata utiliza una metodología que se divide en 3 fases: vista, olfato y gusto. En cada una de las fases se realizan una serie de observaciones y se emiten una serie de juicios sobre el vino.

La primera fase de la metodología de cata del vino es la visual.

Con la Vista se valora la limpidez, el color, la intensidad y el cuerpo que un vino tiene. Para ello es necesario sostener la copa por el tallo entre pulgar y el índice a fin de ver claramente el vino. Colocar la copa sobre un mantel o fondo totalmente blanco y con una inclinación aproximada de 45 grados, mirar desde arriba.
Es necesario observar el color y la concentración cromática de la parte central del vino que reposa en la copa (distinguiéndose entre capa baja, media o alta, según la concentración cromática) y los matices del menisco o ribete, el borde del vino servido en la copa (que indicará si es un vino más joven púrpura, violáceo- o más viejo atejado, anaranjado).







Por último en esta fase, es necesario analizar el
cuerpo del vino. Remover el vino en la copa en el sentido rotatorio para formar un goteo adosado a la pared de la copa. Estas gotas descienden en columnas irregulares y se las denomina lágrimas". Este examen nos dará idea de la viscosidad o untuosidad del vino según el contenido de glicerol, alcohol o azúcares (si se observa que las lágrimas caen más densamente, se estará ante un vino con más alcohol).



La segunda fase de la metodología de cata corresponde a la nariz

Con el Olfato se valora la franqueza (claridad), intensidad y calidad (complejidad) de los aromas que desprende el vino.


Para oler bien un vino es necesario introducir la nariz en la copa. Aspirar despacio y profundamente.

Esta primera vez podemos apreciar los aromas más sutiles pero también los más fugaces. Es preciso reconocer los aromas a la primera impresión e intentar transmitir lo que evocan: primarios (los propios de la varietal), secundarios (propios de la fermentación), terciarios (propios de la crianza y el envejecimiento)

Para intensificar los aromas se recomienda agitar
la copa, de este modo oxigenar el vino y posibilitar la percepción de una mayor sensación aromática.

Hay un sinfín de aromas en un vino, pero se pueden dividir, a grandes rasgos, en:

- Aromas de tipo vegetal: monte bajo, hierba, heno, paja, pimiento, chile, geranio, salvia, eucalipto.
- Aromas de tipo frutal: frutas rojas, frutillos del bosque, frutas negras, ciruelas, manzana, lichas, limón, lima, grosellas, maracuyá, piña, etc.
- Aromas de tipo animal: pis de gato, piel mojada de perro, sangre, etc.
- Aromas de tipo mineral: piedra volcánica, tiza, fósforo, hierro, azúfre, etc.
- Aromas aportados por la crianza con la madera: roble cremoso, vainilla, café tostado, especias
- Aromas de tipo floral: flores blancas, violetas, etc.




Por último, la tercera fase corresponde a la boca

Con el Gusto se valora la intensidad, la franqueza, la persistencia y calidad global del caldo.

Se debe sorber un poco de vino y recorrer desde la punta hasta el fondo del paladar. Este breve período de dos o tres segundos se denomina "el ataque"Luego, manteniendo el vino en la boca y moviéndolo se deben apreciar los diferentes sabores que el vino transmite. El "final de la boca" lo dice todo sobre la estructura del vino. Si se está catando un gran vino, las sensaciones durarán bastante después de tragar el primer sorbo. 



La valoración final debe tener en cuenta cuán equilibriado es el vino teniendo en cuenta todos sus componentes: acidez, alcohol, tanino, textura, cuerpo, persistencia, etc. Las sensaciones aromáticas y gustativas que nos proporciona el vino no desaparecen con su ingestión. Cuanto más tiempo permanezcan las sensaciones olfativas, mejor será la calidad del vino. 

Deteniéndose en cada una de estas fases y realizando un pormenorizado análisis de cada una de ellas, ya es posible sumergirse al maravilloso mundo de la cata... y, con práctica, incluso la posibilidad de evaluar los vinos, aunque para esto último, lo mejor es probar y probar y probar muchos vinos antes: recuerden los lectores que detrás de un vino, hay muchísimo trabajo y conocimientos... juzgar a la ligera, no es bueno. 

Los catadores, solemos usar la siguiente tabla para valorar y puntuar un vino (utilizando la escala más universal: 50-100):



Así es, queridos Lempiras, que se catan los vinos. Y así es, como con un poco de práctica y estudio es posible disfrutar mucho más de las bondades de los vinos que probamos... mirar el color del vino, sus lágrimas, olfatear la copa para detectar los principales aromas que transmite, y, por último, degustar...

¡Viva el vino (bueno)!

jueves, 12 de diciembre de 2013

Coffee-Wine bar Ristretto. Se esperaba más.

La última tendencia en Tegucigalpa parecen ser los coffee-wine bars, o al menos eso parece desprenderse del hecho de que se inauguraran hace escasas semanas 2 establecimientos que tienen en el café de calidad y el vino sus pilares fundamentales... y así lo manifiestan en sus logos (por cierto, sospechosamente similares: ¿quién fue primero?... según los datos de que disponemos, Copacafé)

Debates sobre originalidad aparte, hoy hablaremos de Ristretto, al que visitamos recientemente.

Situado en la plaza de las nuevas "torres gemelas" de la capital, Ristretto ofrece un espacio abierto con grandes ventanales a la calle, algunas mesitas en el exterior y un interior con decoración minimalista. Mesas oscuras, sillas confortables forradas de tela beish y un sillón corrido de color azul turquesa que, ciertamente, desafina un poco.

Frente a la puerta de entrada se sitúa una pequeña barra, con una nevera de conservación de vinos pequeña (16 botellas de capacidad), que es ramatada por una nevera muestrario, en la que se pueden observar diferentes postres caseros como el tres leches o el pie de limón, y otros que parecieran ser industriales. También hay sándwiches.

Decidimos sentarnos en una mesa al lado del gran ventanal que da a la plaza. Acierto.

La carta se presenta sobre una tabla en hojas blancas sueltas sujetadas por un gran clip. El protagonismo, como era de esperar, corresponde al café. Espresso, Ristretto (espresso que se realiza únicamente contando con el primer café que sale de la máquina, más concentrado y dulce), capuccino, café latte y elaboraciones como granitas. Sin embargo, no hay mención alguna al tipo de café que uno va a consumir: variedad, procedencia, tipo de tostado, perfil de taza... nada de nada. Y, claro, siendo éste un "café bar", al Lempira que come le parece un MUST. Punto negativo.

Pedimos un cafe con nata y un ristretto. Buen café, servido a su temperatura adecuada. Cremoso, aunque corto de acidez. No preguntamos origen pero asumimos que es nacional, quizás de Marcala. El perfil de taza así parece indicarlo: buena dulcedumbre, bastante equilibrado, toques a frutos secos y algo de chocolate.

En la carta también hay sándwiches y otras propuestas saladas, pero parece estar centrada en los dulces. No pedimos ninguno, pero el pie de limón tenía muy buena pinta.

En el capítulo vino... la propuesta deja demasiado que desear. En la carta se proponen 16 referencias diferentes, pero sólo 1 se sirve por copas (¡y se supone que estamos, también, en un wine-bar!). Además, ninguna de las referencias que conforman la carta tiene un atractivo especial, al margen de que cuentan con Marqués de Riscal, por ejemplo. La carta no está dividida ni por denominaciones de origen, ni por zonas, ni por uvas... y los precios, tampoco son especialmente buenos, aunque no están demasiado subidos.
De las copas, mejor ni hablar... pues más que copas de vino, parecen martillos.

En resumen, buen café aunque no cumple expectativas porque uno espera y quiere más de un café-bar, y definitivamente mal en relación al vino. Una pena... En cualquier caso, creemos que es una opción interesante para tomar café si uno está por la zona.


Puntuación (categoría: "Wine-Bar/Cafetería/Pub")
Entorno: 7
Bebidas y Comida: (Café: 7, Vino: 3)
Servicio: 6

Relación Calidad Precio: 6