martes, 9 de junio de 2015

Priorat, paraíso de la viticultura: visita al Celler Mas Doix y Celler Scala Dei

El pasado #ViajealasEstrellas condujo al Lempira de restaurante en restaurante, y de región vitivinícola en región vitivinícola. Tras visitar en Montilla Moriles una de las mejores bodegas del mundo (ver post aquí), Burdeos y el maravilloso pueblo de Saint Emilion, cuna de la viticultura francesa y casa de una de las regiones vínicas más prestigiosas e impresionantes, le tocó el turno a Gratallops y Poboleda, epicentro de la Denominación de Origen del Priorat, a unos 100 Kmts al sur de Barcelona, cerca de Tarragona y Reus.

¿Qué tal las vistas desde Siurana?


Y es que la elaboración de los vinos en la zona del Priorat se remonta hasta nada más y nada menos que 1194, cuando los Monjes Cartujos, provenientes de La Provenza, se establecieron en la zona tras comprobar, cuenta la leyenda, cómo del pino más alto de la región en frías y oscuras noches emergía una escalera por la que ascendían y descendían los ángeles.


Quizás sea esta la razón por la que los vinos del Priorat tengan semejante potencia y a la vez sedosidad, descaro y a la par armonía, opulencia y profundidad, garra y terciopelo... quizás sucede que durante las noches de invierno son los ángeles quienes, antes de volver al cielo, hacen parada en alguna de las bodegas de la zona. No en vano, es mundialmente sabido que la cantidad de vino que se filtra por los poros de las barricas de roble durante el proceso de crianza (entre el 1% y el 5% al año), es el vino que se beben los ángeles... la parte de los ángeles, se suele decir.

Pues bien, estos ángeles, los que pasan por Priorat, además de tomarse su correspondiente parte, deben hacer algo más... sobre todo en los últimos años, porque la calidad de los caldos de la zona no deja de aumentar... Aunque parte del mérito habrá que atribuírsela, sin duda, al conjunto de nuevos enólogos que hace ya un par de décadas redescubrieron la potencialidad de un paraje milenario... Álvaro Palacios, uno de los elaboradores más reconocidos de España, ha sido el responsable de volver a poner de moda a los ángeles del Priorat con un vino que mucho tiene de espiritual: 

L'Ermita.


Elaborado con viñas centenarias de la uva Garnacha y Cariñena situadas en la mágica finca de la Ermita de Gratallops, este impresionante vino hace las delicias de los mortales año a año. Los afortunados que pueden pagar el precio de la botella (unos 1000€, esto es: 25,000 L.) disfrutan de la magia que se esconde en este enclave...


Impresionantes las viñas de L'Ermita, situadas justo al lado de la escalera al cielo que utilizan los ángeles de la zona... ¿no es maravilloso?

Desafortunadamente no hubo suerte, y Álvaro no se encontraba en la zona, motivo por el cual el Lempira se quedó sin poder probar L'Ermita. En cualquier caso, no son los vinos de Álvaro Palacios los únicos vinos mágicos e imprescindibles del Priorat... bodegas como la de Esther Nin, Terrorir al Límit, Martinet, Ferrer Bobet, Clos Mogador, Scala Dei o Mas Doix (entre otros muchos), están elaborando verdaderas joyas de prestigio mundial.

Por eso, el Lempira que come, acompañado por su buen amigo y futuro enólogo Daniel Jiménez, aprovechó para visitar una de las bodegas familiares que le resultan más atractivas: 

Celler de Mas Doix. 

Fundada oficialmente en 1999, esta bodega tiene en realidad siglos de historia al ser resultado de la apuesta de las familias Doix y Llagostera por poner en el estandarte mundial el fruto de las históricas viñas de sendas familias: unas familias elaboradoras de vino desde el año 1850.


En la actualidad, la bodega situada en Poboleda, cuenta con varias hectáreas de viña repartida en los terroirs más prestigiosos de la zona, incluyendo 4 ha. de Cariñena sembrada en 1902 y otro tanto de Garnacha con más de 80 años... La combinación del saber hacer de las familias fundadoras de la bodega, unas impresionantes fincas con perfecta orientación, una excelente temperatura durante todo el año, unas impresionantes y sanas viñas viejas, y los mágicos suelos de pizarra (conocidos en la zona como suelos de licorella), no pueden dar como resultado otra cosa más que vinos de meditación. Vinos de disfrute máximo, vinos de clase mundial. 


Observen cómo las raíces de las viñas tienen que aprovechar las grietas que provoca el agua para penetrar en la pizarra... esta característica propia del Priorat es la que confiere a sus vinos un especial sabor y aroma...

Y miren el paisaje que nos muestra orgulloso Valentí, socio fundador de la bodega, que ofició de maestro de ceremonias conduciendo al Lempira por los viñedos de Garnachas viejas con los que elabora Doix. Sin duda, uno de los vinos que más disfruta el Lempira que come por su fragancia floral, por las toneladas de fruta roja y negra, por los balsámicos y por la profundidad y sedosidad de su opulento paso por boca, que seguramente guarde relación directa con el impresionante paisaje del que están hechas estas uvas...


Tras la visita al viñedo, paseo por la bodega... sala de crianza y explicaciones varias del proceso de elaboración de los vinos de Mas Doix (selección de uva, prensado suave, fermentación con levaduras autóctonas, y crianza en barricas nuevas de roble francés).


Para finalizar el recorrido: la cata con Valentí y uno de los enólogos de la bodega de prácticamente todos los vinos de Celler Mas Doix. El primero, Les Crestes 2012, un vino con 10 meses de crianza elaborado con viñas jóvenes de garnacha 80%, cariñena 10% y syrah 10%. Un vino fácil de beber, muy frutal y ágil, con mucha fruta roja en nariz y boca.


Tras éste, un Salanques 2011, un vino elaborado con viñas viejas de Garnacha (65%), Cariñena (25%)  y Syrah (10%) con una crianza de 14 meses en barricas nuevas y viejas de roble francés. Un vino más hecho, con buen acidez, mucha fruta en boca y la madera aún presente... mejorará con los años en botella. Al menos eso presagia el Lempira, porque el Salanques 2006 que cató a continuación estaba realmente impresionante. Redondo en boca, perfectamente integrada la madera, con notas frutales, balsámicos, y algo de tabaco... los taninos suaves y un final muy largo. Un excelente vino.

Pero aún había más: el Doix 2010 y el Doix 2007 para coronar la sesión. Ambos elaborados con viñas muy viejas de Cariñena (55%) y Garnacha (45%), y una crianza de 16 meses en barricas de roble francés. El primero muy vivo. Exuberante se podría decir. En plena juventud temprana. Es un vino que pide a gritos tiempo en botella para que termine de integrarse la madera y evolucionen sus aromas y sabores... potencial tiene a raudales. Muy buena acidez y mucha complejidad auguran a este vino un porvenir maravilloso. El mismo, sino incluso más, que el 2007: ES PEC TA CU LAR. Qué vino! mejor probarlo que describirlo. Sedosidad, armonía, elegancia no exenta de potencia sápida. Un vinazo.


En resumen: grato recuerdo con dedicatoria incluida para el Lempira que come, excelente trato de Valentí, muy instructiva visita a los viñedos y deliciosos los vinos de esta bodega... si van por la zona, no lo duden: Celler de Mas Doix.

Celler Scala Dei.
La bodega más longeva del Priorat, situada en el Rebost de la Cartoixa, a escasos kilómetros del monasterio de Scala Dei, elabora vinos ininterrumpidamente desde antes incluso de 1878, fecha en la que se etiquetó haciendo gala de la zona de elaboración -Priorat- por vez primera un cargamento de vino destinado a la Exposición Universal de París, donde ganó la medalla de oro.


Una bodega con muros de piedra y salas de crianza que datan del Siglo XVII, hacen de Scala Dei una visita obligada. Mas aún cuando ésta se hace guiados por Jaume Pujol, uno de los enólogos de la bodega, quien además de mostrar al Lempira las instalaciones de Scala Dei, le dio a catar alguno de los caldos que se encuentran en proceso de crianza...


En la actualidad, Scala Dei apuesta por los vinos de finca: vinos elaborados a partir de una rigurosa selección de las mejores parcelas de garnachas viejas con diferentes orientaciones y suelos. Utilizando diferentes procesos de elaboración y técnicas de maduración y crianza, como por ejemplo, fermentación con raspón, maduración en cemento sin paso por barricas, crianza en ánforas (como las que se encuentran enterradas bajo arcilla en la caja junto a la que se sitúa el enólogo Jaume Pujol) o en distintos tipos y tamaños de barricas de roble francés, consiguen transmitir la personalidad de cada Terroir maquillada con maestría.


El Lempira tuvo la fortuna de catar un vino elaborado a partir de la misma finca de garnachas viejas en 3 maduraciones diferentes: en cemento, en barrica de roble y en ánfora. Es impresionante sentir cómo el mismo vino, elaborado a partir de las mismas uvas y siguiendo exactamente el mismo proceso de elaboración se matiza tanto durante su proceso de maduración.

El primero, madurado durante 10 meses en cemento, era un vino punzante, muy fresco, con una acidez brillante y muchas notas de fruta roja. Un vino al que el tiempo en botella le sentará de maravilla. Un vino franco, directo y sin artificios de ningún tipo. Muy rico...

El segundo, con una crianza de unos 10 meses en barrica de roble francés, tostado medio, se sentía completamente dominado por la madera (algo normal teniendo en cuenta que estábamos catando el vino directamente de la barrica). Había perdido el descaro y la vivacidad que tenía el anterior vino, pero se le intuía cierta elegancia... El Lempira pensó que quizás mejoraría procediendo a realizar un coupage entre este vino y el madurado en cemento. El enólogo comentó que aún no tenían claro cómo saldrían estos vinos al mercado, pero que la bodega era partidaria de hacer una edición especial: un estuche con los 3 vinos.

El tercero, con una crianza de unos 10 meses en ánforas, era ES PEC TA CU LAR. Un vino para el recuerdo pues a la vivacidad del primero aunaba la elegancia del segundo, y, además, unas notas ahumadas tremendamente atractivas. Jaume Pujol comentó que este tipo de maduración les estaba saliendo cara, pues la porosidad de las ánforas multiplicaba la pérdida de vino por evaporación sensiblemente. El Lempira se acordó inmediatamente de los ángeles del Priorat... Qué buen gusto tenían: bebían más, del que más les gustaba...

La visita a Scala Dei concluyó con un regalillo muy especial... la cata de un Vi Ranci de 1976, un vino para el recuerdo, la meditación y el amor.


En resumen: visitar Scala Dei y catar sus garnachas vale la alegría. Más si es en compañía de un apasionado enólogo como Jaume. Muchas gracias por todo!



Y ya saben los y las lectores y lectoras... la vida es demasiado corta como para tomar mal vino!

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