El restaurante La Hacienda Lenca es uno de los refugios del choro en Intibucá. Cuando ya quedan pocos o no quedan, en La Hacienda hay. Y eso se agradece. Sobre todo cuando uno busca y busca y no encuentra...
Recomendados por la muy solícita responsable de la caseta de turismo, Dunia, y la lectora Dulce del Cid, quien en el Facebook del Lempira que come dejó una sugerencia en la crónica que publicamos cuando estuvimos por tan hermosas tierras, la visita a La Hacienda Lenca se hacía casi obligatoria. La presencia de choros en la muy amplia carta (demasiado) significó la puntilla final.
"¡Genial!, acá cenamos", dijo el Lempira, quien había recorrido durante toda la mañana el mercado de arriba a abajo y de abajo a arriba para encontrar Choros, como contamos en este otro post.
En el capítulo bebidas, se ofrecen frescos naturales a 25 L., algunos cócteles a 85 L., y también vino. En genérico, porque no dice nada de qué vino es el que se ofrece. Definitivamente, el servicio de vino brilla por su ausencia, aunque también hay vino "intibucano", elaborado a base de papa (o diferentes frutas) al precio de 200 L. la botella. Las cervezas cuestan 40 L.
Recomendados por la muy solícita responsable de la caseta de turismo, Dunia, y la lectora Dulce del Cid, quien en el Facebook del Lempira que come dejó una sugerencia en la crónica que publicamos cuando estuvimos por tan hermosas tierras, la visita a La Hacienda Lenca se hacía casi obligatoria. La presencia de choros en la muy amplia carta (demasiado) significó la puntilla final.
"¡Genial!, acá cenamos", dijo el Lempira, quien había recorrido durante toda la mañana el mercado de arriba a abajo y de abajo a arriba para encontrar Choros, como contamos en este otro post.
Situado a menos de 100 metros del Parque Central de Intibucá, en la calle de la derecha de la iglesia, La Hacienda Lenca es uno de los restaurantes más conocidos de la zona. Una casa tipo colonial da la bienvenida al comensal. Un amplio arco de entrada y varias salas a los costados con decoración rústica invitan a pasar y acomodarse en el primer rincón que uno encuentra... Sin embargo, si el comensal aguanta las ganas y termina de pasar por el hermoso arco de bienvenida, llegará al patio y a una sala al fondo que permite disfrutar del aire fresco de Intibucá y una decoración agradable. El frondoso patio con vistas al campanario recibe con gusto la visita de la luna cada noche. Vale la alegría el transecto hasta la mesa. Muy lindo!
En la sala del fondo, donde terminó situado el Lempira, varias mesas de madera de Guanacaste y pasa-manteles lencas aportan lo necesario para generar candor en las frescas noches intibucanas. Las lámparas colgadas del techo también ayudan. Bien.
El servicio es agradable y cercano, aunque algo despistado y lento. Tardaron un poco en tomar el pedido y tampoco fueron especialmente dinámicos a la hora de ofrecer platos y contar un poco de ellos. Punto a mejorar. En cualquier caso la comida llegó bien a la mesa y cuando fue preciso reponer las bebidas, los y las meseras estuvieron presentes.
La carta de La Hacienda Lenca es larga. De esas cartas demasiado largas que ofrecen un poco demasiado de todo y de las que ya se ha comentado en numerosas ocasiones, hacen al Lempira dudar. Dudar de la calidad de la comida, porque con tanto producto es imposible que éste sea todo fresco, y dudar del enfoque del restaurante, porque apuntar a todo no es la mejor forma de concretar una oferta atractiva. Si bien, este problema de exceso en las cartas no es exclusivo de La Hacienda, ni mucho menos. De hecho, es algo reiterativo en Honduras. Una oferta breve, pensada y reflexionada por un chef, con recetas atractivas e interesantes (de esas que no es tan fácil reproducir en la casa de uno), productos frescos e ingredientes locales, es lo que se espera de un restaurante y no una sucesión de opciones y opciones reiterativas.
En este sentido, es preciso indicar que La Hacienda, pese a pecar de exceso, sí ofrece una sección al producto estrella de Intibucá y La Esperanza: los choros. Bravísimo! Se ofrecen varias elaboraciones con choros, entre las que destacan los choros asados con limón (elaboración tradicional e indispensable: el sabor desnudo del choro), sopa de res o de pollo con choros, sopa de choros, anafre de quesillo con choros, carne con choros, pollo con choros, a precios que oscilan entre los 90 L. y los 150 L.
Además, la carta propone una cantidad impresionante de platillos de carne asada, cerdo, pollo, tacos en forma de asados familiares y parrilladas mixtas para 2, 3, 4, 5 p y hasta 10 personas en las que ofrece un poco de todo, en función de la parrilla elegida: chorizo, carne de res, de cerdo, pollo, unido a un conjunto de vegetales, cebollinos asados, chismol, frijoles, etc. a precios que van desde los 300 L. hasta los 1600 L. También hay sopas: de pollo, de frijoles con costilla, de vegetales, de capirotazos o de albóndigas sobre los 110 L.
Como platillo poco habitual, destacan los huevos de toro, a las brasas o a la plancha, a 155 L. Todos los platos de asados para una persona, con diferentes cortes de res o de cerdo pueden ser acompañados de diferentes complementos. Los pinchos de distinto tipo, también cuestan en torno a los 150 L.
Por si fuera poco, entradas múltiples: sandwiches de distinto tipo, yuca, hamburguesa, nachos, pupusas, anafres, burritos, tacos, enchiladas, quesadillas, ceviche, plato típico de diferente composición, fajitas, camarones, espaguetis... y así hasta lo que se les ocurra.
Como platillo poco habitual, destacan los huevos de toro, a las brasas o a la plancha, a 155 L. Todos los platos de asados para una persona, con diferentes cortes de res o de cerdo pueden ser acompañados de diferentes complementos. Los pinchos de distinto tipo, también cuestan en torno a los 150 L.
Por si fuera poco, entradas múltiples: sandwiches de distinto tipo, yuca, hamburguesa, nachos, pupusas, anafres, burritos, tacos, enchiladas, quesadillas, ceviche, plato típico de diferente composición, fajitas, camarones, espaguetis... y así hasta lo que se les ocurra.
En el capítulo bebidas, se ofrecen frescos naturales a 25 L., algunos cócteles a 85 L., y también vino. En genérico, porque no dice nada de qué vino es el que se ofrece. Definitivamente, el servicio de vino brilla por su ausencia, aunque también hay vino "intibucano", elaborado a base de papa (o diferentes frutas) al precio de 200 L. la botella. Las cervezas cuestan 40 L.
El Lempira, ávido de choros y abrumado por la carta, seleccionó 3 elaboraciones con choros: anafre de quesillo y choros, sopa de res con choros y choros asados con limón.
El anafre de choros estaba rico. El quesillo llegó bien fundido y la combinación con los choros resultó bastante agradable. Se lograba transmitir el sabor del choro al quesillo, lo cual es importante. Además, el choro le daba cierta textura semi-crujiente bastante interesante. Si bien, una cosa no gustó al Lempira: el anafre, obviamente, no es un objeto decorativo. Es un recipiente para contener el calor de las brasas del carbón. Si se entrega un anafre sin carbón se convierte en un objeto sin sentido que no cumple con su función principal; pues la gracia radica, precisamente, en que permite mantener caliente el ingrediente principal para que pueda ser degustado con el paso del tiempo. En un restaurante turístico tradicional, al Lempira no le parece correcto que se sirva un anafre no-anafre. Punto a corregir, ya mismo, porque, además, el fresco del ambiente intibucano hace que el quesillo no tarde mucho en endurecerse...
Los choros asados estaban ES PEC TA CU LA RES. Definitivamente la mejor forma de preparar los choros es, simplemente, asándolos y agregándoles un poco de sal, aceite de oliva virgen extra y nada más. Quizás unas gotas de limón... pero nada más. El sabor de las setas hay que sentirlo en plenitud... y los choros tienen mucho que ofrecer. Aunque, sospecha el Lempira, que los servidos no fueran exactamente choros, choros... sino Matambreros (o matambres), una seta de menor tamaño y color amarillo. O, quizás sí fueran choros, congelados. En cualquier caso lo cierto es que estaban muy, muy ricos. Con una textura muy agradable, ligeramente crujientes, y muy sabrosos, de intenso sabor... un ingrediente, definitivamente, mágico.
Desgraciadamente, la sopa de res llegó salada. Bastante salada. Si bien, se intuía que ésta era rica. Un caldo potente, muchas verduras y bastante carne. En ese contexto, como se puede intuir, los choros se perdieron por completo. Parecía una sopa de res a la que añadieron choros... y esa no es la idea. Cuando uno tiene un ingrediente tan destacable, es ese ingrediente el que debe ser protagonista. Y una sopa tan potente no lo permitía.
La impresión general es que en La Hacienda Lenca se quieren hacer las cosas bien, y se consiguen buenos resultados, por ejemplo, en la versión clásica de los choros. Una receta tan sencilla como deliciosa. La que mejor presentó el producto. Falta, quizás, dedicarle más tiempo y pensamiento al resto de las recetas con choros, para que éstos continúen siendo los protagonistas. Por ejemplo, optando por un arroz con choros, un revuelto de huevo y choros, un salteado de choros...
En resumen: un local imprescindible para probar los choros porque cuando no hay en otras partes, allí hay. Buen ambiente, bonita decoración rústica. Algunos cambios mejorarían el resultado final. En cualquier caso es una buena opción. Para repetir.
Categoría "Restaurantes" La Hacienda Lenca, Intibucá
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Puntuación
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Entorno
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7.8
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Servicio
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7
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Servicio Vino
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3
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Comida
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7.4
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Puntuación Media
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6.8
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Relación Calidad Precio
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8
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