El puesto de Doña Oneyda en West End, Roatán, es visita obligada. Allí se hacen las que, probablemente, sean las mejores baleadas de Honduras... y si no creen al Lempira, simplemente pruébenlas ustedes mismos...
Por que Doña Oneyda lleva ya más de 20 años instalada en West End, en la calle principal, frente al mar que tanto le gustó cuando llegó procedente del Lago de Yojoa. Más de 20 años sirviendo ininterrumpidamente a nacionales y extranjeros uno de los platos más característicos de la gastronomía hondureña: las baleadas. Y se dice pronto: más de 20 años viendo como otros puestos de comida y otros restaurantes cerraban mientras ella continuaba haciendo feliz a los comensales de medio mundo con sus deliciosas baleadas catrachas.
Por que la mano de Doña Oneyda tiene algo de especial: su corazón, inmenso. Por que la baleada de Doña Oneyda tiene alma. Un alma que nace en el amasado, ese momento de pasión, candor y vértigo de un amasado seductor, amoroso, profundo y vibrante. Ese amasado en el que se combinan la harina, el agua, y a veces -cuando Oneyda está con ganas de embriagar al universo-, un poco de leche de coco. Un amasado mágico, que vuela alto, que trasciende, que enciende, que transpira y gime, que se eleva hasta el más allá y termina en una profunda inspiración, expiración, inspiración, expiración. Late. Da vida. Alma. Baleadas perfectas hechas con los más simples y a la vez complejos, humildes y a la vez grandiosos ingredientes: las manos de Oneyda, el amor de Oneyda...
¡Que vivan los puestos de comida sublimes, como este!, que le recuerda al Lempira a un gran amigo: el Chele, su chile y sus carnitas. En paz descansen todos ellos... ¡Y muera el odio, el rencor y la desidia de esta nuestra Honduras que mata a golpe de gatillo!
- "¿Hasta cuándo lo seguiremos permitiendo? ¡Basta ya!" (gritó el Lempira que come)
Afortunadamente Oneyda vive, y hace vivir. Afortunadamente no se cansa de amasar y dar amor. Afortunadamente quedan mujeres y hombres como ella, que comparten con el mundo su arte sin esperar más que unos cuantos centavos a cambio. Afortunadamente estamos vivos nosotros también para disfrutar a estas personas. Afortunadamente hay esperanza, que es lo último que matarán.
En la bahía de West Bay, sobre las 7 de la tarde, además de respirarse amor, huele a coco. Y los lugareños saben qué sucede: Oneyda añadió leche de coco a su masa de baleada y se huele a kilómetros. Cuando eso sucede sus estupendas baleadas, aún están más ricas... la masa siempre perfecta en elasticidad y textura, en temperatura, en color y en sabor... y sus rellenos, deliciosos: se puede optar por añadir carne de cerdo adobada en especias, carne de res marinada en especias o pollo. Además de la clásica con huevo y frijol.
Las baleadas favoritas del Lempira son las de cerdo y también las de res. Al Lempira le gusta añadir abundante chile, que también prepara Doña Oneyda haciendo uso de uno de los secretos mejor guardados de las Islas de la Bahía: el chile cabro. Para quien no lo conozca, decir que el chile cabro puede ser picante o dulce, y de varios colores: naranja, rojo, amarillo y verde. El aroma del chile cabro es tremendamente fragante. Huele a flores, y su picante (aquél que pica, claro) es potente, penetrante y punzante. No es apto para cualquier público (quedan advertidos, por que pica mucho), pero siempre es posible añadir un pedacito pequeñito, pues su floralidad y verticalidad son dos características que logran resaltar muy mucho el sabor de aquello que se come. Si ven algún bote con chiles cabros preparados en vinagre no lo duden y compren. Se conservan bien durante bastante tiempo y será un acompañante mágico para sus comidas.
Además de las mejores baleadas, Doña Oneyda ofrece también pinchos de pollo, de cerdo y algunos otros platillos sabrosos. ¿Los precios de las baleadas?, inmejorables: de 15 a 25 L. dependiendo del relleno.
En resumen: ES PEC TA CU LAR. Cuando viajen a Roatán, disfruten de Oneyda y sus baleadas porque son patrimonio catracho!
Por que Doña Oneyda lleva ya más de 20 años instalada en West End, en la calle principal, frente al mar que tanto le gustó cuando llegó procedente del Lago de Yojoa. Más de 20 años sirviendo ininterrumpidamente a nacionales y extranjeros uno de los platos más característicos de la gastronomía hondureña: las baleadas. Y se dice pronto: más de 20 años viendo como otros puestos de comida y otros restaurantes cerraban mientras ella continuaba haciendo feliz a los comensales de medio mundo con sus deliciosas baleadas catrachas.
Por que la mano de Doña Oneyda tiene algo de especial: su corazón, inmenso. Por que la baleada de Doña Oneyda tiene alma. Un alma que nace en el amasado, ese momento de pasión, candor y vértigo de un amasado seductor, amoroso, profundo y vibrante. Ese amasado en el que se combinan la harina, el agua, y a veces -cuando Oneyda está con ganas de embriagar al universo-, un poco de leche de coco. Un amasado mágico, que vuela alto, que trasciende, que enciende, que transpira y gime, que se eleva hasta el más allá y termina en una profunda inspiración, expiración, inspiración, expiración. Late. Da vida. Alma. Baleadas perfectas hechas con los más simples y a la vez complejos, humildes y a la vez grandiosos ingredientes: las manos de Oneyda, el amor de Oneyda...
¡Que vivan los puestos de comida sublimes, como este!, que le recuerda al Lempira a un gran amigo: el Chele, su chile y sus carnitas. En paz descansen todos ellos... ¡Y muera el odio, el rencor y la desidia de esta nuestra Honduras que mata a golpe de gatillo!
- "¿Hasta cuándo lo seguiremos permitiendo? ¡Basta ya!" (gritó el Lempira que come)
Afortunadamente Oneyda vive, y hace vivir. Afortunadamente no se cansa de amasar y dar amor. Afortunadamente quedan mujeres y hombres como ella, que comparten con el mundo su arte sin esperar más que unos cuantos centavos a cambio. Afortunadamente estamos vivos nosotros también para disfrutar a estas personas. Afortunadamente hay esperanza, que es lo último que matarán.
En la bahía de West Bay, sobre las 7 de la tarde, además de respirarse amor, huele a coco. Y los lugareños saben qué sucede: Oneyda añadió leche de coco a su masa de baleada y se huele a kilómetros. Cuando eso sucede sus estupendas baleadas, aún están más ricas... la masa siempre perfecta en elasticidad y textura, en temperatura, en color y en sabor... y sus rellenos, deliciosos: se puede optar por añadir carne de cerdo adobada en especias, carne de res marinada en especias o pollo. Además de la clásica con huevo y frijol.
Las baleadas favoritas del Lempira son las de cerdo y también las de res. Al Lempira le gusta añadir abundante chile, que también prepara Doña Oneyda haciendo uso de uno de los secretos mejor guardados de las Islas de la Bahía: el chile cabro. Para quien no lo conozca, decir que el chile cabro puede ser picante o dulce, y de varios colores: naranja, rojo, amarillo y verde. El aroma del chile cabro es tremendamente fragante. Huele a flores, y su picante (aquél que pica, claro) es potente, penetrante y punzante. No es apto para cualquier público (quedan advertidos, por que pica mucho), pero siempre es posible añadir un pedacito pequeñito, pues su floralidad y verticalidad son dos características que logran resaltar muy mucho el sabor de aquello que se come. Si ven algún bote con chiles cabros preparados en vinagre no lo duden y compren. Se conservan bien durante bastante tiempo y será un acompañante mágico para sus comidas.
Además de las mejores baleadas, Doña Oneyda ofrece también pinchos de pollo, de cerdo y algunos otros platillos sabrosos. ¿Los precios de las baleadas?, inmejorables: de 15 a 25 L. dependiendo del relleno.
En resumen: ES PEC TA CU LAR. Cuando viajen a Roatán, disfruten de Oneyda y sus baleadas porque son patrimonio catracho!
Categoría "Puestos de Comida" | Puntuación |
Servicio | 8 |
Comida | 10 |
Puntuación Media | 9,6 |
Relación Calidad Precio | 9 |
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