jueves, 28 de agosto de 2014

Los toneles, pastelitos rellenos de historias

Hace 43 años, Otilia Palma, la mamá de Digna Palma, agarró un pequeño anafre, media medida de maíz, papa, carne y especias, y en La Guadalupe comenzó a amasar y amasar hasta crear los más famosos pastelitos de Tegucigalpa. Al principio los confeccionaba en sus propias manos, hasta que pudo hacerse con un aplastador de madera. Los rellenaba uno a uno y los freía en su pequeño anafre, diariamente.

Como los mejores Chefs del mundo, Doña Otilia controlaba el proceso de elaboración de sus pastelitos al completo, pues no sólo confeccionaba cada unidad seleccionando los más frescos ingredientes, sino que también elaboraba su propia harina de maíz, asegurando así que su arte se transmitiera sin interrupciones desde sus manos, hasta el corazón del comensal.

Todos los días, Otilia se levantaba bien temprano y comenzaba las labores de preparación del maíz, la masa, el relleno... Vendía, fundamentalmente, a los estudiantes de la zona, hasta que la voz se corrió, y en unos años logró ubicarse en un pequeño puesto que le permitió aumentar su oferta y clientela. El duro trabajo y el buen hacer de la familia al completo permitió que ya se cumplan 17 años de la mudanza al local donde actualmente ofrece Digna los mismos pastelitos que elaboraba su mamá, junto a tacos, plátano con frijoles y mantequilla, yuca con chicharrones y panecillos con frijoles.


43 años de historia y una fama de alcance nacional eran razones más que de sobra para que el Lempira que come visitara Los Toneles.

Actualmente situado también en La Guadalupe, detrás del Delikatesen, el puesto de comidas es frecuentado por comensales de lo más variopintos: directivos de empresa uniformados con corbatas y chaquetas americanas, vendedores ambulantes con sus trastos a cuestas, familias al completo, estudiantes de medicina vestidos de impoluto verde o blanco, algún intelectual de pequeñas gafas y camisa azul, taxistas, e incluso algún político; porque ya se sabe aquello de que donde hay algo bueno no tardan en aparecer los innombrables.


El local actual es grande, alargado, con numerosas mesas de madera pintadas de color azul (no precisamente por voluntad, mandan los refrescos) y bastante cómodo. No tanto el sistema de pedido, que requiere hacer una fila para pagar en caja y esperar pacientemente en barra que salga el pedido. Al Lempira no le convencen mucho los sistemas selfservice en los puestos de comida más tradicionales, porque alejan al comensal del creador, aunque tampoco tiene claro cómo podría ser de otra forma teniendo en cuenta que en un día normal, en Los Toneles, se produce 1 Quintal de maíz en forma de pastelitos.

Aún así, cuenta Digna Palma que se vivieron tiempos mejores (y no sólo ellos, sino en general para muchos puestos de comida tradicionales), pues la entrada al país de los grandes malls y las cadenas internacionales de comida rápida (que durante largo tiempo ni impuestos pagaron) terminaron por arrasar gran parte de la demanda porque

- "¡Hasta juegos para los niños tienen!... imagínese que a nosotros nos encargaban pastelitos para cumpleaños, y casamientos... cientos, miles de pastelitos. Y ahora nada".


Una pena, piensa el Lempira. Y no porque tenga algo en contra de las cadenas de comida rápida (que también y mucho), sino por la pérdida irreparable de la cultura gastronómica de un país que implica el cierre de puestos de comida tradicionales. Sobre todo si el reemplazo de éstos es por cadenas de comida global, sin alma, poco saludable y preparada para competir en el mercado maximizando los beneficios de una casa matriz, y no para repartir amor como tradicionalmente se ha hecho toda la vida con la comida.

Afortunadamente para todos y todas, los pastelitos de Los Toneles ya han cumplido 43 años... y se continúan elaborando como antaño los elaboraba Doña Otilia: masa de maíz casera a la que se añade cebolla, chile dulce, chile bravo y achiote... y relleno de papa con carne molida condimentada con chile dulce, pimineta y comino, ¡Bravo!


La orden de pastelitos cuesta 22 L. y vienen 11, junto con chismol y ensalada de repollo. Los pastelitos adquieren un punto más sabroso si se acompañan con el vinagre picante de elaboración casera (unas botellas llenas de chile). Al Lempira le gustaron bastante los pastelitos, con sabor a comino y un fondo ligeramente picante agradable. El toque del vinagre realzaba los sabores pero si se añadía demasiado pronto, reblandecía la masa del pastelito... así que el Lempira recomienda agregar el vinagre a cada pastelito justo antes de comerlo. Buen crujiente de la masa, aunque algo grasiento el resultado, pero rico. Quizás un poco más de carne al relleno le vendría más que bien... pero al precio de 2 L. la unidad, tampoco se puede pedir mucho más.

El Lempira también cató el plátano con frijol y mantequilla. Frijol rico, mantequilla correcta. El conjunto no estaba mal, pero un tanto blando de más el plátano. Igual que los panecillos con frijol, que estaban bien pero el pan no era lo crujiente que debiera. Desafortunadamente no quedaban tacos cuando el Lempira llegó. Queda pendiente para una próxima visita.


En resumen: Los Toneles es un imprescindible capitalino que conserva las raíces de la cultura gastronómica catracha. Y como tal, debe respetarse y valorarse, porque no tienen precio los recuerdos e historias que se amontonan en el local con la visita de cada comensal. No se lo pierdan!





Categoría "Puestos de Comida" Los Toneles, Tegucigalpa
Puntuación
Servicio
7
Comida
7.5


Puntuación Media
7.4
Relación Calidad Precio
8




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