Con motivo de la visita al Festival del Maíz 2014 de Danlí (de lo que hablamos aquí), el Lempira que come tuvo ocasión de probar alguno de los locales más interesantes de la zona. Uno de ellos es el Chicken Ranch.
Situado en la salida de Danlí hacia Tegucigalpa, en la Carretera Panamericana contiguo al monumento de la madre, el Chicken Ranch se ha convertido, en apenas meses, en uno de los locales más concurridos de Danlí. El motivo: el más que rico, muy rico, "rub" con el que se asa el pollo. Secreto de la casa y factor clave en el sabor del pollo. Pero, vayamos por partes:
El gastro-pub no es especialmente atractivo desde la carretera, si bien, algunos objetos decorativos llaman bastante la atención: el capó de un coche de época que es manejado por un maniquí da la bienvenida al comensal. El mobiliario, de madera cruda y con objetos de época de estilo ranchero, es una mezcla adecuada para un un interior que, como el propio nombre indica, es un rancho. Un rancho decorado sin grandes pretensiones ni alardes y que genera un ambiente definitivamente informal y agradable a partes iguales.
En las noches, el Chicken Ranch se convierte en lugar de concurrencia juvenil. A medio día, en lugar de talante familiar. Gran versatilidad que indica haber acertado en el espacio y la decoración, pues sirve perfectamente bien a los dos propósitos. Amplio espacio de parqueo en el acceso, y los clásicos ya en Honduras, bidones de carbón donde se asa el pollo marinado, trabajando al 100% son la antesala del disfrute.
A mano izquierda, a medida que se avanza a la gran sala principal del rancho, un puesto de elaboración artesanal de tortillas. Excelentísima propuesta que encantó al Lempira que come. ¿Por qué servir unas industriales tortillas insípidas si éstas se pueden producir artesanalmente? Toda una declaración de intenciones y buen hacer por parte de la gerencia. No hay cosa más rica que unas tortillas de verdad, recién hechas en su comal. Fantástica la apuesta por la tradición y lo propio en algo tan sencillo, y a la vez tan clave, de nuestra gastronomía catracha y que, sistemática e incomprensiblemente, es ignorado en los restaurantes y gastro-pubs hondureños... ¡Sí a las tortillas caseras recién hechas!, ¡basta ya de tortillas industriales en nuestros restaurantes!
La carta del gastro-pub es, tal y como se esperaba, breve. Pollo y un par de cosas más (chuletas y algo de carne). Y básicamente resalta el pollo a buen precio (150 L. el pollo completo y 170 L. el pollo con tajadas), lo cual le parece estupendo al Lempira, porque si es el pollo la especialidad, ¿para qué plantear una inmanejable carta con muchos productos y elaboraciones si lo que realmente saben hacer bien es el pollo asado? Una vez más, bien pensado.
A esas alturas el Lempira que come tenía absolutamente claro que no iba a comer mal. El puesto de tortillas artesanal en plena producción, los bidones de la entrada con unos pollos marinados en un "rub" de color rojizo, y una carta centrada en el pollo, eran indicativos que llamaban al optimismo. Y así fue.
El pollo entero llegó a la mesa troceado y servido con un chimichurri de aceite de oliva, perejil y ajo. Al fondo, unas tajaditas. El aroma que desprendía el pollo asado era toda una declaración de amor... profundo, ahumado y con un ligero aroma dulzón. El Lempira agarró el muslo, y mordió un gran pedazo:
ES PEC TA CU LAR.
Jugoso, tierno, con la piel crujiente ligeramente caramelizada... el sabor del chimichurri combinaba a la perfección con la potencia sápida de ese maravilloso "rub" con el que marinan el pollo en Chicken Ranch. Un sensacional pollo asado estilo gringo. Un toque goloso por el azúcar que, a buen seguro, lleva el "rub" como ingrediente (aunque no quisieron desvelar la receta), un toque ahumado gracias al achiote y a las brasas del carbón, y un toque fresco gracias al perejil y el ajo... hacen una combinación francamente recomendable.
El único pero de todo lo probado fueron las tajadas, pues éstas, igual que las tortillas, podrían hacerse en el momento (profundizando así el compromiso por lo auténtico, lo tradicional, lo casero)... Queda pues como sugerencia del Lempira que come a Chicken Ranch: habiliten un espacio para hacer tajadas de plátano maduro y verde en el momento. Y ofrézcanlas como complemento del pollo.
En el capítulo de bebidas, cervezas y refrescos. También algún natural como limonada (correcta).
En resumen: Chicken Ranch es el perfecto ejemplo de que menos es más. Pocos ingredientes (pollo y un buen "rub"), una buena mano en la parrilla, y el firme compromiso por servir productos frescos y de elaboración casera (tortillas recién hechas en su comal, chimichurri fresco con su perejil y su ajito cortado)... y punto. No se necesita nada más para hacer disfrutar al comensal en plenitud. Riquísimo. Vale la alegría. Ojalá existieran más apuestas como esta: un producto, una gran receta, una buena elaboración y el compromiso por lo auténtico y casero.
Situado en la salida de Danlí hacia Tegucigalpa, en la Carretera Panamericana contiguo al monumento de la madre, el Chicken Ranch se ha convertido, en apenas meses, en uno de los locales más concurridos de Danlí. El motivo: el más que rico, muy rico, "rub" con el que se asa el pollo. Secreto de la casa y factor clave en el sabor del pollo. Pero, vayamos por partes:
El gastro-pub no es especialmente atractivo desde la carretera, si bien, algunos objetos decorativos llaman bastante la atención: el capó de un coche de época que es manejado por un maniquí da la bienvenida al comensal. El mobiliario, de madera cruda y con objetos de época de estilo ranchero, es una mezcla adecuada para un un interior que, como el propio nombre indica, es un rancho. Un rancho decorado sin grandes pretensiones ni alardes y que genera un ambiente definitivamente informal y agradable a partes iguales.
En las noches, el Chicken Ranch se convierte en lugar de concurrencia juvenil. A medio día, en lugar de talante familiar. Gran versatilidad que indica haber acertado en el espacio y la decoración, pues sirve perfectamente bien a los dos propósitos. Amplio espacio de parqueo en el acceso, y los clásicos ya en Honduras, bidones de carbón donde se asa el pollo marinado, trabajando al 100% son la antesala del disfrute.
A mano izquierda, a medida que se avanza a la gran sala principal del rancho, un puesto de elaboración artesanal de tortillas. Excelentísima propuesta que encantó al Lempira que come. ¿Por qué servir unas industriales tortillas insípidas si éstas se pueden producir artesanalmente? Toda una declaración de intenciones y buen hacer por parte de la gerencia. No hay cosa más rica que unas tortillas de verdad, recién hechas en su comal. Fantástica la apuesta por la tradición y lo propio en algo tan sencillo, y a la vez tan clave, de nuestra gastronomía catracha y que, sistemática e incomprensiblemente, es ignorado en los restaurantes y gastro-pubs hondureños... ¡Sí a las tortillas caseras recién hechas!, ¡basta ya de tortillas industriales en nuestros restaurantes!
La carta del gastro-pub es, tal y como se esperaba, breve. Pollo y un par de cosas más (chuletas y algo de carne). Y básicamente resalta el pollo a buen precio (150 L. el pollo completo y 170 L. el pollo con tajadas), lo cual le parece estupendo al Lempira, porque si es el pollo la especialidad, ¿para qué plantear una inmanejable carta con muchos productos y elaboraciones si lo que realmente saben hacer bien es el pollo asado? Una vez más, bien pensado.
A esas alturas el Lempira que come tenía absolutamente claro que no iba a comer mal. El puesto de tortillas artesanal en plena producción, los bidones de la entrada con unos pollos marinados en un "rub" de color rojizo, y una carta centrada en el pollo, eran indicativos que llamaban al optimismo. Y así fue.
El pollo entero llegó a la mesa troceado y servido con un chimichurri de aceite de oliva, perejil y ajo. Al fondo, unas tajaditas. El aroma que desprendía el pollo asado era toda una declaración de amor... profundo, ahumado y con un ligero aroma dulzón. El Lempira agarró el muslo, y mordió un gran pedazo:
ES PEC TA CU LAR.
Jugoso, tierno, con la piel crujiente ligeramente caramelizada... el sabor del chimichurri combinaba a la perfección con la potencia sápida de ese maravilloso "rub" con el que marinan el pollo en Chicken Ranch. Un sensacional pollo asado estilo gringo. Un toque goloso por el azúcar que, a buen seguro, lleva el "rub" como ingrediente (aunque no quisieron desvelar la receta), un toque ahumado gracias al achiote y a las brasas del carbón, y un toque fresco gracias al perejil y el ajo... hacen una combinación francamente recomendable.
El único pero de todo lo probado fueron las tajadas, pues éstas, igual que las tortillas, podrían hacerse en el momento (profundizando así el compromiso por lo auténtico, lo tradicional, lo casero)... Queda pues como sugerencia del Lempira que come a Chicken Ranch: habiliten un espacio para hacer tajadas de plátano maduro y verde en el momento. Y ofrézcanlas como complemento del pollo.
En el capítulo de bebidas, cervezas y refrescos. También algún natural como limonada (correcta).
En resumen: Chicken Ranch es el perfecto ejemplo de que menos es más. Pocos ingredientes (pollo y un buen "rub"), una buena mano en la parrilla, y el firme compromiso por servir productos frescos y de elaboración casera (tortillas recién hechas en su comal, chimichurri fresco con su perejil y su ajito cortado)... y punto. No se necesita nada más para hacer disfrutar al comensal en plenitud. Riquísimo. Vale la alegría. Ojalá existieran más apuestas como esta: un producto, una gran receta, una buena elaboración y el compromiso por lo auténtico y casero.
Categoría "Wine-Bar/Cafetería/Pub" Chicken Ranch, Danlí.
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Puntuación
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Entorno - Ambiente
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7.2
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Servicio
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6.9
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Bebidas - Comida
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8.8
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Puntuación Media
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8
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Relación Calidad Precio
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8.8
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